Por José Cáceres (*)
Hoy se recuerda una fecha destacada para Entre Ríos. El 3 de febrero de 1852, se libró la Batalla de Caseros, en que el Ejercito Grande, comandado por el General Justo José de Urquiza, enfrentó a las tropas de Juan Manuel de Rosas, gobernador de Buenos Aires, que a su vez ejercía funciones nacionales de la Confederación como las militares, la representación en el extranjero y, por poseer el puerto, las del comercio exterior. Rosas, fue derrotado en esa batalla que marcó, el final de su carrera como político y militar y una nueva etapa para la naciente Argentina.
Considero que es una fecha polémica porque hace referencia al enfrentamiento entre dos próceres de gran relevancia para nuestra historia, nuestra sociedad, para la causa de los pueblos y para el peronismo. No es ningún secreto que los peronistas reivindicamos a Rosas dentro de una línea histórica que lo une a Mariano Moreno, San Martín, Irigoyen y Perón, entre otros. A su vez reivindicamos el federalismo como corriente político – ideológica de cuyas raíces se nutren los gobiernos populares del Siglo XX. Urquiza fue uno de nuestros más importantes caudillos federales y su figura tiene gran relevancia en la historia provincial y nacional. Cuestionarlo, muchas veces es interpretado como un ataque hacia los entrerrianos, por el arraigo obvio que tiene en nuestra tierra.
Pero lo cierto es que las consecuencias que se derivaron de la Batalla de Caseros, de la derrota de Rosas, fueron desastrosas para el pueblo y para el desarrollo nacional. Después de Caseros se reagruparon las fuerzas políticas, ideológicas y económicas desplazadas por Rosas. Entraron a nuestro país Mitre, Sarmiento y el capital europeo. La Argentina se incorporó al mundo como un mercado dependiente. La industria inglesa aniquiló nuestros talleres y sembró el desempleo. Los ferrocarriles trazaron un nuevo mapa ajustado a los intereses de sus dueños foráneos, planteando un esquema semicolonial y extractivista. La subordinación a la economía británica estableció las bases sobre las cuales se construyó una Nación profundamente desigual. Sin embargo, caer en la tentación de atacar a Don Justo José de Urquiza por las consecuencias de aquél enfrentamiento, es tan reduccionista e injusto como decir que Rosas fue simplemente un tirano.
Juan Manuel de Rosas fue un aguerrido defensor de nuestra soberanía, de la libre determinación de los pueblos y del desarrollo del mercado interno y la producción local. Condujo a la Confederación por casi dos décadas de relativa estabilidad. Pero su gobierno hacia las provincias había entrado en un agotamiento y existía una discusión en torno al reparto de los ingresos nacionales cuya fuente principal era la Aduana de Buenos Aires.
Urquiza no es sólo Caseros y, su estatura de político y militar, no se resume en esa batalla. Fue un caudillo que marcó gran parte de nuestra historia con una visión federal y su objetivo fue organizar al país bajo ese esquema de autonomía e igualdad entre las provincias y dotarlo de mayor equidad en el reparto de los ingresos que generaba la aduana. Le dio una organización política a Entre Ríos y por casi 10 años fue el jefe político de la Confederación Argentina, una de las páginas más importantes del federalismo argentino. Hubo un Urquiza antes y después de Caseros que la Historia Oficial, que lo celebra por derrotar a Rosas, prefiere olvidar. Ese Urquiza reivindicó las luchas y los intereses de nuestro pueblo, al igual que Rosas.
Si hubo traición en aquél hecho histórico que hoy recordamos, habría que buscarla también en otra parte. El Ejército Grande con que el caudillo entrerriano marchó sobre Buenos Aires, contaba con casi 30 mil soldados, y estaba formado por correntinos, entrerrianos, uruguayos, exiliados unitarios y brasileños pertenecientes al ejército imperial. Entre los exiliados se encontraban Sarmiento, que oficiaba de “boletinero”, y Bartolomé Mitre, capitán de artillería. Apenas unos meses después de la batalla, el 11 de septiembre de 1852, Mitre y sus amigos llevaron adelante un golpe de Estado para adueñarse de Buenos Aires, y se desligaron de Urquiza. A la caída de Rosas, le siguió la caída de Urquiza. En definitiva, los que triunfaron fueron los unitarios porteños.
(*) Diputado provincial del Frente CREER