Por Carlos Pagni (*)
El Gobierno entiende que está atravesando un gran momento. Hay factores que le permiten hacerlo. Es un gobierno economicista, mira la realidad desde la perspectiva económica, y desde ese punto de vista privilegia una variable que es la inflación. La inflación está en baja. No tanto como el oficialismo había anticipado en los informes de Vladimir Werning, vicepresidente del Banco Central y uno de los economistas más sólidos que tiene la administración Milei, que pronosticó delante de inversores en Estados Unidos el mes pasado que en junio la inflación sería de 3,7%. Fue del 4%. Sin embargo, no quita que haya sido menor a la del mes anterior y mucho más baja incluso que la inflación medida en la Ciudad de Buenos Aires, que llegó a 5%. El Gobierno continúa apostando a esta ficha. Cree que ganará las elecciones del año que viene a través de este método, que es una recuperación del salario real a través de la baja de la inflación. Y con ello en mente, se prepara para en el mes de septiembre producir una disminución de 10 puntos del Impuesto PAÍS. Supondría una baja en la cotización del dólar oficial, asociada con este tributo, que llevaría también al abaratamiento de los bienes importados y se traduciría en una inflación aún más baja. Todo esto, con el sacrificio en alguna medida del nivel de superávit fiscal. No se reproducirá en el segundo semestre lo que ocurrió en el primero.
Esto es lo que le permite a Milei ufanarse de estar atravesando un buen momento. Mientras tanto piensa en el ingreso de dólares. La falta de dólares, si impacta en el desplazamiento de los dólares libres y encarece al blue y el Contado con Liquidación (CCL), puede traer nuevamente un círculo inflacionario. En consecuencia, se están buscando dólares en nuevos acuerdos con los bancos, y en el exterior, en una especie de “tierra de provisión” para todos los gobiernos, que es Medio Oriente. Habrá un viaje de Luis Caputo, ministro de Economía, con Karina Milei, a Arabia Saudita. Serán recibidos por un embajador muy eficiente que tiene la Argentina, que es Facundo Vila, que prepara la visa. Pero la clave del viaje está puesta en Adrián Menem y Eduardo “Lule” Menem, mano derecha de Karina, quienes encontraron una llave para hablar con el gobierno árabe y ver si pueden obtener recursos importantes del mismo modo que intentó Macri. Es un sueño audaz. Macri se ganó la amistad personal del príncipe Salman, pero cuando demandó fondos, le pidieron los proyectos que ofrecía como contrapartida. Los árabes piensan en iniciativas de largo plazo. No regalan la plata.
Esta evaluación que hace el Ejecutivo sobre la marcha de la economía, para sentirse en un buen momento, se refuerza con una idea que puede ser o no cierta: el escándalo de Alberto Fernández, que arroja datos muy poco edificantes sobre la vida secreta del expresidente, empeora la imagen de la oposición y mejora la del Gobierno. En la administración Milei están muy entusiasmados por los números de una encuesta de Viviana Isasi y Julio Burdman, que analiza el “Efecto Alberto” y la caída de la intención de voto a la oposición en 2025. De acuerdo con este estudio, los que votaban a candidatos del Gobierno para las elecciones del año que viene pasaron de representar el 44% en julio al 47% en agosto. Mientras tanto, quienes votaban a candidatos de la oposición se redujeron del 44% en julio al 37% en agosto, y es mayor el número de indecisos (de 12% en julio a 16% en agosto). En el fondo de esta presentación de datos, está el posible arrepentimiento de votantes de Sergio Massa. Fueron los primeros en abandonar al peronismo por el impacto que produce la intimidad de Fernández.
Nos enteramos ahora de que hubo todo un conflicto en Olivos para quienes controlan la Quinta, que intentaban impedir que el expresidente hiciera salidas furtivas a su departamento de Puerto Madero, no se sabe bien para qué. Le tenían que esconder las llaves del auto. Y él se enfurecía. Terminaron quitándole la batería del coche para que no pudiera salir. Otra novedad es que ahora Fabiola Yañez dice haber perdido el teléfono y con él todas las pruebas más comprometedoras que tenía en contra de su exmarido. Están los malpensados que alegan que los abogados de Yañez, sobre todo Mauricio D’Alessandro, habrán conseguido ya alguna recompensa por parte del ex jefe de Estado. ¿Cobraron y por eso perdieron el celular? Gran interrogante. Por otro lado, la ex primera dama admitió este lunes que la última comunicación que tuvo con Alberto Fernández, charlas durante las cuales él supuestamente la hostigaba, fue a las 19.11. A las 19.45 se le prohibió al expresidente utilizar el teléfono para continuar con esos ataques. Luego, se le secuestró el teléfono con el argumento de que había violado esa orden judicial. Ahora, cuando se conoce que la última comunicación fue a las 19.11, se descubrió que no. Se sabe que, a partir de la prohibición de la Justicia, dejó de usarlo. A raíz de ello, se espera que en las próximas horas los fiscales le devuelvan ese teléfono por cuyo contenido tiemblan jueces, exministros, empresarios y sindicalistas. Hay que preguntarse si no fue todo una coartada de algunos funcionarios judiciales para hacerse del celular de Fernández.
Por otro lado, hay en el Gobierno quienes creen, en contraposición con los resultados de la encuesta de Isasi y Burdman, que la imagen del oficialismo no mejoró debido al “Efecto Alberto”. Insisten en que en la cabeza de la gente el caso Yañez-Fernández está clasificado como algo ligado más bien a la farándula y no a la política. Sea así o no, lo cierto es que hay dirigentes peronistas que aprovechan esta escena para intentar algún tipo de emancipación de la tutela de Cristina Kirchner. Ahí están el gobernador de Salta, Gustavo Sáenz, el gobernador de Catamarca, Raúl Jalil y el gobernador de Tucumán, Osvaldo Jaldo. Tratan de armar un bloque aparte del de Unión por la Patria (UxP), que dirige desde su casa la exvicepresidenta. Empieza a resquebrajarse, como sucede siempre que está fuera del poder, el peronismo. El Gobierno estimula ese resquebrajamiento para armar bancadas en Diputados y Senadores que le permitan sacar más fácilmente algunas iniciativas legislativas.
Sobre el alentador momento económico que atraviesa el Gobierno también hay otra versión. De acuerdo con la encuesta de Pablo Touzon y Federico Zapata, sobre el nivel de satisfacción con la marcha general del país, hubo un momento en el mes de mayo en el que se percibió un cambio de clima. De allí en adelante, empezaron a ser más los insatisfechos, que llegan al 61%, que los satisfechos, que se encuentran en el orden del 37%.
Esto hace juego con el reemplazo de problemas en la cabeza de la gente. La inflación comienza a ser cada vez menos preocupante debido a su caída y empieza a tener mayor preponderancia el problema de la pobreza. Esa preocupación por la pobreza está justificada. La Argentina, desde hace bastante tiempo, ha dejado de ser un país con pobres para ser un país con pobreza. Con la pobreza como un fenómeno central. Según datos de la consultora ExQuanti, el nivel de pobreza en el conurbano bonaerense es del 61,9% mientras que en los principales aglomerados del país está cerca del 55%. El período de mayor aumento de la pobreza son los últimos meses, nada que Milei ignore o no haya previsto. En aquella conversación que tuvo con Alberto Fernández cuando se inició la transición de un gobierno a otro, explicó en Olivos cuál era su programa y dijo: “Mi programa va a llevar a la pobreza a más del 60%. Y si aplico el que me recomienda el Fondo, llegaría al 80%. Le estoy ahorrando al país 20 puntos de pobreza”. Esto no es, sin embargo, lo más grave.
Otro gráfico de ExQuanti, que se basa en datos provistos por el Indec, expone que la pobreza que a nivel país es del 55% a nivel país, sube al 70% entre jóvenes y niños. Significa que la mayor cantidad de pobres radica en los grupos de menor edad, lo que promete una reproducción más seria del problema. Es un país que no tenemos en la foto que llevamos en el documento. Es una Argentina distinta. Hay que pensar de nuevo con estos números. El Gobierno asegura que, para corregirlos, hay que seguir la misma línea: bajar la inflación. Impulsar el crecimiento y atender problemas de empleo y producción podría implicar poner en riesgo la baja de la inflación, hasta ahora el único e indispensable capital político de Milei.
Aun así, la administración Milei siente, y tiene derecho a sentirlo, que está sola en la escena política. Que la oposición no presenta ningún desafío, no encontró ningún discurso seductor para enfrentarlo y sigue conceptualmente agotada. Cuando no hay gobierno y oposición en conflicto, en un conflicto competitivo, aparecen las peleas cortesanas, las peleas de la corte. El conflicto es interno. Y hoy, La Libertad Avanza está plagada de ese tipo de peleas; está atravesada y fisurada por esos enfrentamientos. La Libertad Avanza, y las internas también avanzan. El primer conflicto de esta naturaleza que vemos es con Victoria Villarruel, la vicepresidenta, a quien ni siquiera invitaron a la entrega de sables a las Fuerzas Armadas la semana pasada, sabiendo que ella tiene en el sector militar un predicamento especial por su trayectoria y su procedencia familiar. Este conflicto entre Villarruel y Milei, pero sobre todo con Karina Milei, no es uno cualquiera por dos razones. Primero, porque Villarruel tiene, en términos de legitimidad de origen, la misma que el Presidente: fue votada por la misma gente. No es una ministra, es la vicepresidenta. Surgió del voto popular. En segundo lugar, porque es una de los tres dirigentes con mayor adhesión de la gente en el país. No solo una de las tres, sino la que más adhesión concita. Posee una imagen positiva del 45,17% y una negativa del 43,63%, siendo la que más saldo positivo tiene a su favor: 1,54%. El identikit de la imagen de Villarruel está por encima de la segunda persona más atractiva para la opinión pública, que es Patricia Bullrich (42,40%). En tercer lugar aparece el Presidente con un 43,49% de imagen positiva y un 48,37% de negativa.
Esto quiere decir que el mismo gobierno que dice que no hay alternativa, ni otra figura más representativa que la de Milei, probablemente esté inventando una alternativa, la esté generando hostigando a Villarruel, que se mantiene quieta. Tiene los votos de Milei, y mejor imagen Milei. Mucha gente empieza a verla como una alternativa futura, lo cual hace que la paranoia del oficialismo se dispare, dado que siempre ve detrás de la vicepresidenta alguna conspiración, como suele pasar entre presidentes y sus segundos.
Todo empezó en la campaña electoral, en una pelea entre Villarruel y Karina Milei por el armado de las listas en la provincia de Buenos Aires, y esa disidencia se agudizó para un gobierno y un presidente que tienen ciertos rasgos autoritarios, sobre todo en el manejo de su equipo.
Ahora se abre otra discusión: la de Karina Milei y Santiago Caputo. La hermana del jefe de Estado tiene un poder extraordinario y parece ser una especie de membrana osmótica entre Milei y la realidad en general. Ella es quien le administra el mundo práctico: el del poder, el de las designaciones de los funcionarios, el de la gente. Es quien le indica quiénes son sus amigos, sus aliados, sus enemigos y sus rivales. En tanto, el asesor Santiago Caputo, “el mago del Kremlin”, también ha adquirido un poder extraordinario. Se trata de una disputa todavía sorda entre ambos, probablemente porque Karina detecta que hay demasiado poder alrededor de Caputo. La disidencia se libra, sobre todo, en torno a la designación de funcionarios.
Sin embargo, hay otra pelea muy interesante, especialmente por su materia: de nuevo, el negocio del seguro. El entorno de Alberto Fernández, sobre todo su exsecretaria María Cantero, la “Gatín” de los chats, y su esposo, Héctor “Hecky” Martínez Sosa, ha corrido el velo de un negocio que tiene muchísimo tiempo en la política, una forma de hacer caja a la que estuvo extraordinariamente ligado el sindicalismo por décadas: el negocio del seguro y el reaseguro, donde también intervienen empresas privadas.
Ese negocio afecta a este Gobierno. El centro es Nación Seguros, la empresa de seguros del Banco Nación. Porque el Gobierno a través del decreto 70, que publicó en diciembre de 2023 el DNU de Federico Sturzenegger, eliminó los brokers, pero no que el Banco Nación, a través de Nación Seguros, tenga el monopolio de los seguros del Estado. Esa empresa la maneja un señor que se llama Alfonso Torres. Es el alter ego de Eduardo “Lule” Menem, hijo de un primo de Carlos Menem, pariente del presidente de la Cámara de Diputados, Martín Menem. “Lule” Menem es la mano derecha e izquierda de Karina Milei en la política. Esto está arraigado en el Banco Nación, que es el reino de Karina Milei, en especial por su relación con el vicepresidente de esa institución, Darío Wasserman.
El primer conflicto apareció hace meses. El entonces interventor en Vialidad, Raúl Bertola, intentó, como estaba en un gobierno liberal que promueve la competencia, y dado que entendía que el decreto 70 se lo permitía, licitar los seguros de su repartición. El presidente de Nación Seguros, Torres, le escribió que estaba contrariando la legislación y que ellos tienen el monopolio. Se inició el conflicto. Echaron al interventor de Vialidad, Bertola, y curiosamente le sucedió un hombre de “Lule” Menem, que se llama Manuel Campoy. Se liquidó el conflicto de los seguros en favor de, digamos así, Menem, el colaborador de Karina Milei. Pero el problema es que algunas compañías de seguros, que se sienten discriminadas por la imposibilidad de competir en la asignación de los seguros del Estado, y se ven asfixiadas por Nación Seguros y el Banco Nación, se quejaron. Y buscaron un oído comprensivo. Algunas recurrieron a Santiago Caputo para expresar sus quejas, y también a su hermano, Francisco Caputo, quien ostenta gran poder dentro del Gobierno, porque es quien ejecuta las órdenes de Santiago. Ambos manejan la vieja escribanía familiar, que tiene algunas aseguradoras como clientes, quienes se quejaron de ese monopolio que ejercen “Lule” Menem y Karina Milei sobre el negocio de los seguros en el Estado. Ahí ya estamos hablando de negocios y de dinero. Es decir, ya no es un conflicto entre Karina y Santiago Caputo por la designación de funcionarios sino, poniéndolo en términos de Hipólito Yrigoyen, una pelea por “efectividades conducentes”.
Reaparece en este Gobierno, como por arte de magia, un negocio que enloqueció a Alberto Fernández y a su entorno en el gobierno anterior. Todo esto sin mencionar que un empresario extranjero llegó a la Argentina hace unas semanas, pidió autorización para inaugurar una compañía de seguros, y le dijeron que no la podía inaugurar. Sin embargo, dos días después, lo visitó un intermediario para ofrecerle una compañía ya existente, vacía, una especie de cáscara, que por supuesto implicaba pagar algo. No sabemos si el intermediario tiene que ver con los funcionarios que le dijeron que no abra la compañía, pero esos funcionarios son Juan Pazo, secretario de coordinación productiva del Ministerio de Economía, y Guillermo Plate, titular de la Superintendencia de Seguros, quien fue el segundo de Juan Pazo cuando este era el titular de la Superintendencia de Seguros durante el gobierno de Macri. Una versión afirma que la gestión del intermediario fue grabada. Todos son herederos de Alberto Fernández, quien aprendió a manejar este negocio también como superintendente de Seguros durante la presidencia de Carlos Menem. Una genealogía. Cambian los gobiernos, las ideologías, pero el negocio de los seguros sigue vigente.
Se verifica entonces, en el reino oficial, que los conflictos externos con otras fuerzas políticas son reemplazados por conflictos internos. Esto lo detecta Mauricio Macri. El jueves pasado, el expresidente tuvo una reunión muy interesante con Javier Milei. Ambos quedaron contentos después de esa conversación, especialmente Macri, quien encontró a un Milei más receptivo de lo habitual. El mensaje principal de Macri fue el de siempre: ”Tenés que ordenar el gobierno, que tiene una organización que no funciona”. Se lo dijo, como suele hacer Macri, con una analogía futbolística. Le explicó a Milei que logró algo que nadie pensaba que iba a lograr: que Yapeyú llegara a ser el Manchester City. Sin equipo. sin trayectoria, como una novedad absoluta. Pero le aclaró que el que llegó al Manchester City fue el director técnico, por su talento, ya que no todos los jugadores de Yapeyú logran ser Manchester City. Es decir, que este Gobierno es, para lo que se podía prever, muy exitoso por su liderazgo, pero que si se mira al conjunto, el equipo no garantiza el mismo éxito que él puede garantizarle a esta administración. Obviamente, para Milei es un argumento muy seductor porque tiene un ego muy importante, como todo político. O tal vez más, en su caso. Lo cierto es que, con esta argumentación, Macri lo convenció finalmente de abrir el juego de su administración para incorporar nuevos funcionarios. El titular de Pro siempre piensa en el sector de transporte y de energía. Sabemos que esto es así, porque ya hay funcionarios de Milei que han recibido instrucciones para empezar a ver si pueden incorporar gente de Pro al elenco del Gobierno. Macri había dicho que el problema del gobierno era Santiago Caputo, pero Milei recibió al expresidente y le terminó dando la razón en que hay que armar otro juego, o por lo menos ampliar el juego interno de la administración. Entonces, ¿también Milei empieza a mirar con cierto resquemor a Santiago Caputo? ¿Lo empieza a mirar con los ojos de su hermana? Incógnita.
Hay otro tema que Macri tocó en esa reunión: Ariel Lijo. El expresidente se expresó en contra de la designación del magistrado, primero lo hizo en privado, durante una reunión en enero de un fondo de inversión en Punta del Este. Lo hizo en público después de su primera reunión con Milei, donde dijo que no se podía postular a la Corte a un juez tan controvertido en el aspecto moral. Añadió algo muy interesante: “Todo proceso de recuperación económica se basa en la confianza, y esta, en última instancia, la otorga la Justicia, no los políticos”. Básicamente, sugirió que debería revisarse la postulación de Lijo. Ahora, se lo volvió a decir a Milei. En esta ocasión, le advirtió que con Lijo se compra dos problemas: primero, una pelea con los otros jueces de la Corte, sobre todo con Rosatti y Rosenkrantz, innecesariamente. No le habrá querido decir que se compra la pelea de Ricardo Lorenzetti con estos magistrados. Y también que queda pegado a Cristina Kirchner, ya que Lijo no va a pasar si ella no da la orden de aprobarlo, dado que ella es quien tiene finalmente el número de senadores necesarios para que haya dos tercios de los presentes en la sesión del Senado votando por Lijo.
A partir de estos argumentos respecto de Lijo, Macri fue a algo más general, probablemente pensando en Lorenzetti, pero también en todo el mapa político. Lo que trasciende de esta reunión es que le dijo a Milei que tiene que pensar bien en elegir a sus aliados e identificar a sus rivales. Que tiene que elegir aliados que lo acompañen sistemáticamente, que tengan cierta estabilidad. Porque si va a buscar una mayoría por cada iniciativa que tome, queda a merced de los vivos que le roban. Nombró a uno: Emiliano Yacobitti, vicerrector de la Universidad de Buenos Aires y una figura importantísima del radicalismo de la Capital Federal. Diríamos que es el jefe político de Martín Lousteau. Cada vez que Yacobitti levanta la mano, se lleva algo. “Cobra algo”, dice Macri. Y es verdad si uno mira la última votación de la Cámara de Diputados, donde hubo una alianza entre el kirchnerismo, el radicalismo, Encuentro Federal y la Coalición Cívica contra el Gobierno para darle estabilidad fiscal a los ingresos de las universidades, que es el reino de Yacobitti. Sin embargo, Macri entre sus íntimos suele decir que tampoco hay que confundir a Yacobitti con Lousteau, a pesar de que esté tan subordinado a él. Porque el senador nacional tiene otro arrojo. Otra audacia. Toma otros riesgos. Se muestra distinto e intenta ser distinto. Macri plantea una posibilidad que hay que examinar. Lousteau se está por quedar en este momento en el Senado con una posición clave: la presidencia de la Comisión Bicameral que controla a los organismos de inteligencia. No solo a la SIDE, sino al organismo de inteligencia que controla esa área en el Ministerio de Justicia y en el Ministerio de Defensa. Es decir, la inteligencia que controla Luis Petri, el ministro de Defensa, y Patricia Bullrich, la ministra de Seguridad, y Sergio Neifert, el delegado de Santiago Caputo en la SIDE.
El control de la Comisión Bicameral de Organismos de Inteligencia hace diez años no le interesaba a nadie. Hoy, la vinculación entre el espionaje y la política se ha expandido tanto y tan perversamente que el presidente de un partido político como la Unión Cívica Radical llevó adelante una batalla a brazo partido para quedarse con la herramienta que le permite controlar a esos organismos en el Poder Ejecutivo. Entonces, se abre una incógnita. Habrá que considerar lo que dice Macri: que Lousteau es alguien a quien uno puede diferenciar de Yacobitti porque tiene una estrategia política que va más allá del manejo de intereses concretos, de enfrentamiento al Gobierno. O si Lousteau es, frente a esta posición de controlar los organismos de inteligencia, un alfil de Yacobitti, que también tiene mucho interés en esta comisión por su relación con Antonio “Jaime” Stiuso y su secretario privado, Lucas Nejamkis, todos ellos relacionados -de un modo u otro- con Santiago Caputo. Entonces, ¿quién es este Lousteau metido en el control del Estado? ¿Es el Lousteau que juzga severamente al gobierno de Milei? ¿Es el Lousteau al que Milei castigó como hizo en la noche del lunes con un tuit? “No me parece que un senador gane lo mismo que un cajero de un banco”, dijo Lousteau hablando del aumento de salario, de dieta, que se aplicaron los senadores ese mismo lunes. Milei le contestó: “¿Tanto gana un cajero de banco o estamos frente a un tremendo hipócrita mentiroso?”. Muy bien Milei, que va mejorando su estilo de descalificación, porque ya no usa malas palabras. Normalmente tiende a insultar con malas palabras o usa las malas palabras de otros, de manera un poco cobarde, retuiteando agravios ajenos. Mal no solo en un presidente, sino en cualquier persona. Evidentemente, Milei ve a Lousteau como lo opuesto. Como un rival, como un ‘tremendo hipócrita mentiroso’. Sin embargo, Lousteau podría llegar a presidir la Bicameral de Inteligencia en cierto acuerdo con Santiago Caputo por esas vinculaciones del asesor presidencial con lo peor de los servicios de inteligencia de los últimos 40 años.
Esto también es producto de una interna en La Libertad Avanza, porque en su momento el oficialismo en la Cámara de Senadores había elegido al misionero Martín Goerling, de Pro, para presidir esa comisión. Él tiene un problema: está muy ligado a Patricia Bullrich. Daría entonces la impresión de que Santiago Caputo, jefe del jefe de la SIDE, no quiere que lo controle la ministra de Seguridad. En cambio, promueve a otro candidato: Edmundo Kueider, peronista de Entre Ríos, que se lo trae un personaje muy oscuro, un lobbista ligado a negocios muy controvertidos, que es Adrián Kochen. Tras presentarlo a Santiago Caputo, él decide poner a Kueider al frente de la Comisión Bicameral. El peronismo dice que no. Y así termina llegando Martín Lousteau, que podría llegar a ser presidente de esa bicameral con los votos del kirchnerismo. Esto significaría que Santiago Caputo prefiere que sea Lousteau con el kirchnerismo quienes controlen los organismos de inteligencia, sobre todo a su amigo Neifert, con tal de que no lo controle Patricia Bullrich. ¿Este es el nivel de interna que hay hoy en el Gobierno?
Es algo tristemente novedoso e importante. Esa comisión probablemente tenga que decidir sobre cuestiones de gran relevancia. Por ejemplo, si uno mira Rosario, se destaca la figura del juez Marcelo Bailaque, que tiene que juzgar a Lindor Alvarado, principal narcotraficante de Santa Fe, y con quien comparte nada menos que al contador. Ese juez procesó a un agente de inteligencia, jefe de la SIDE en Rosario, lo puso preso y después lo liberó. El jefe de la SIDE de Rosario, durante el gobierno anterior y el actual, está acusado de no espiar a los narcos sino de proveerles información. Ahora la Procuración del Narcotráfico, que lidera con bastante eficiencia el fiscal Diego Iglesias, le está pidiendo a la Cámara Federal de Rosario que lo vuelva a meter preso. Habrá que ver qué pregunta la Bicameral respecto de esto, que debería funcionar como el órga no de la democracia que revisa el comportamiento del espionaje.
Santa Fe, a raíz de todo este anecdotario siniestro, se va convirtiendo en una provincia cada vez más sensibilizada por los temas institucionales. A tal punto que la Cámara de Diputados de la provincia, hecho muy saludable pero insólito, votó el jueves pasado por unanimidad la siguiente declaración: “La Cámara de Diputados de la provincia declara su preocupación a la postulación del juez Ariel Lijo para ocupar el cargo de juez de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, sospechado de haber cometido irregularidades en el desempeño de sus funciones de Juez Federal y con causas pendientes de resolución ante el Consejo de la Magistratura Nacional, que no hacen más que poner en duda la falta de imparcialidad y ética en la toma de decisiones, sumado ello a la falta de antecedentes que den cuenta de la idoneidad técnica y jurídica necesarias para formar parte del máximo tribunal”.
A propósito de lo que dice esta declaración, que menciona causas pendientes en el Consejo de la Magistratura, el diputado de la Coalición Cívica ARI Juan Manuel López le pidió explicaciones a Héctor Recalde, presidente de la Comisión de Acusación, respecto de las denuncias que hay sobre Lijo. Recalde, ultrakirchnerista, informó por nota que él tiene retenido un pedido de juicio político de la autoría de López. Esto indica ya cómo votaría el kirchnerismo en el Senado ya que es justamente el kirchnerismo en el Consejo de la Magistratura quien protege a Lijo. ¿Qué se explicará Milei cuando se mira al espejo y ve que al juez que él postula lo defiende el kirchnerismo? ¿Admitirá que está pactando con Cristina Kirchner? No sabemos.
Otra encuesta de la consultora Escenarios, de Touzon y Zapata, recabó la opinión de la gente sobre Lijo. Obviamente, el porcentaje más grande del estudio se lo llevó la categoría “no lo conozco” (37,6%).
Pero entre a los que sí les interesa este tema, sólo el 4,34% está de acuerdo con la calidad técnica o moral de Lijo contra otro 36,79% que lo condena. El mismo escenario se repite con una segunda pregunta centrada en la aptitud de Lijo para ser juez de la Corte Suprema: 10,07% contra 40,47%, respectivamente.
En el Senado, hubo hoy una sesión especial de entidades ligadas a los problemas de calidad institucional convocada por el senador de La Libertad Avanza (LLA) Francisco Paoltroni, uno de los abanderados junto a Carolina Losada y María Eugenia Talerico en la resistencia a que entre Lijo a la Corte. En el programa de Pablo Rossi en LN+, Paoltroni dijo algo muy fuerte. Utilizando la caracterización peyorativa que emplea el Presidente para con los senadores, dijo: “Las ratas fueron convocadas a votar a Lijo por Santiago Caputo”. No sabemos si es Caputo el que contesta pero hay una cuenta en X que figuras muy relevantes del Gobierno atribuyen a él, que decide responderle. Aquel usuario, que lleva el nombre de fantasía “John”, lanza una advertencia irreproducible contra Paoltroni y le manda a decir que disfrute de la beca del Senado porque terminó su carrera política. Es una recomendación un poco controvertida. Paoltroni acaba de entrar al Senado y su “beca” durará seis años. Hay que ver cuál carrera política termina antes.
Lo cierto es que nadie sabe cómo va a terminar la votación porque muchos senadores que podrían votar a Lijo tienen vergüenza de decirlo. Hay gobernadores que han negociado con el magistrado su voto por temas provinciales en la Corte. Y está Sebastian Amerio, hombre de Santiago Caputo, que sigue buscando los votos para Lijo y también para Manuel Garcia-Mansilla, el otro candidato a juez, infinitamente más prestigioso que Lijo. Daría la impresión de que el Gobierno sigue manteniendo el criterio: “O son los dos o no es ninguno”. Con lo cual, puede que sea ninguno ya que García-Mansilla no reúne tantos votos como podría reunir Lijo. Hay negociaciones con el radicalismo. Todavía no se sabe qué va a hacer Martín Lousteau. Es raro que el presidente del radicalismo, aunque le hayan pedido figuras muy importantes como Juan Manuel Casuella que se pronuncie, insista con que está esperando la audiencia. Es decir: Lousteau necesita una audiencia para saber quién es Lijo. Tampoco se sabe qué papel cumple el presidente del bloque radical, el correntino Eduardo Vischi, que aparentemente visita la Casa de Gobierno todas las semanas. Son incógnitas importantes tratándose de un partido como la Unión Cívica Radical. Son incógnitas importantes tratándose de un gobierno que se define como liberal. Un gobierno economicista, al que le cuesta entender, sobre todo a Milei, que el problema argentino es un problema de institucionalidad. Ahí está nuestra fisura, nuestro Talón de Aquiles y lo que demora cualquier salida de este país hacia el progreso. Por eso lo de Lijo, la vinculación de la Justicia con los servicios de inteligencia, la pasión de la política por manipularlos, se convierte en algo tan grave.
(*) Publicado en La Nación